Bunbury "Licenciatura en el exceso"
Bunbury, licenciatura en el exceso
Hace bien poco, Enrique Bunbury anunció el inicio de las sesiones de las que saldrá su nuevo álbum, previsto antes de fin de año. Sus seguidores –e incluso sus detractores- permanecemos atentos a sus movimientos y estamos seguros de que serán igual de sorprendentes e inesperados como los último. Saldremos de dudas en unos meses. Mientras tanto, nunca está de más un pequeño repaso a la discografía del aragonés errante desde que dejó de ser un héroe del silencio, colaboraciones, versiones, recopilatorios y (algunos) discos colectivos aparte.
El debut, interpretado como reválida y confirmación en solitario del talento del otrora líder de una de las bandas de rock más grandes de este país. Para unos, una forma de dar palos de ciego divagando entre estilos e instrumentos dispares: percusiones magrebíes, samples, electrónica industrial, guitarras distorsionadas, coros doblados, falsetes y la producción de Phil Manzanera, el hombre que ordenó las ideas y puso en su lugar el sonido heroico. Para otros, un disco de rock sin más, con todo lo que eso conlleva. En palabras de su autor, la obra más incomprendida de su carrera y la más costosa en términos emocionales. Romper con el pasado, en algunos casos, es tarea ardua, y aun así, aquí dejó algunos clásicos que han seguido sonando en sus giras posteriores: ‘Alicia (expulsada al país de las maravillas)’,‘Planeta sur’, ‘Big bang’, ‘Despacio’ y la impresionante ‘Salomé’, posteriormente transformada en ritmo tribal-cabaretero para el directo.
No, no es el disco de Dani Martín. Es la joya de la corona: reminiscencias balcánicas, vientos orientales, violines y guiños a estilos tradicionales como el tango, la copla, la ranchera o el bolero al servicio de unas letras en muchos casos estremecedoras de puro básicas. ‘El extranjero’ no ha dejado de sonar en directo desde entonces, la apertura con ‘Algo en común’ deja claro el contenido de las once canciones siguientes, y la belleza de ‘Infinito’ acabó de enamorar al público mejicano. ‘Pequeño’ es el álbum que sentó las bases de su éxito actual, propiciando su primera gira multitudinaria en solitario tras el relativo fracaso de la anterior, y una muestra más de la capacidad de riesgo de Bunbury, que llegó a declarar que sopesaría la retirada de la música en activo si estas canciones no llegaban todo lo lejos que merecían. Es obvio decir que superaron con creces las expectativas en, para muchos, su mejor trabajo hasta la fecha. ‘Lejos de la tristeza’, ‘¿Dudar?, quizás’, ‘Sólo si me perdonas’ y ‘Contradictorio’ son pequeñas joyas que en nada recuerdan al vociferante y engolado cantante de Héroes del Silencio. Ahora sí, despegaba una carrera impecable que aún nos depararía excelentes trabajos.
Reflejo del definitivo renacer artístico como solista, Bunbury quiso premiar al fiel público mexicano con este impecable directo grabado en el Hard Rock Café de la capital azteca en varias sesiones en las que su banda de entonces, El Huracán Ambulante, empezaba a entrar en un estado de gracia del que no saldría durante los próximos años. Versiones enriquecidas con nuevos arreglos, con los vientos y violines como protagonistas, y una entrega absoluta de la audiencia dejaron su testimonio en el primer álbum en vivo de su carrera solista, y seguramente el más completo.
La idea de superproducción para un artista a veces tan desmesurado como Enrique pasaba por contratar a músicos variopintos, entre amigos e invitados que pasaban por el estudio de Avinyonet de Puigventós, en Girona, para enmaquetar y arreglar una colección de canciones, algunas sobrantes de discos anteriores, y transformarlas en algunos casos en un enorme quebradero de cabeza para los técnicos que debieron lidiar con las numerosísimas capas de sonido que se grabaron. El objetivo era justo el contrario al de‘Pequeño’. El resultado fue una sobreproducción que no beneficiaba a algunos temas. Sin embargo, estamos ante un álbum fundamental en su trayectoria. La mayoría de las letras tienen un tono confesional –el artista acababa de sufrir una dolorosa ruptura sentimental- y en la propia portada aparecía el propio Bunbury disfrazado de boxeador, en un rincón del ring, dispuesto a sufrir golpes de todo tipo pero digno en su mirada, levantándose una y otra vez, como si tuviera que justificarse o defenderse de los ataques recibidos en el pasado. Un tour glorioso sobre todo por tierras mexicanas y argentinas, una vez más, y la ayuda de gente como Adriá Puntí (autor de ‘Sí’, una de las claves del disco), Quimi Portet (cuyas guitarras suenan en varios cortes), Shuarma, Carlos Ann o el mismísimo Jaime Urrutia en ‘No se fíe’ dan prestancia y prestigio a este trabajo. Ahí estaban ‘El club de los imposibles’, ‘Lady blue’, ‘San Cosme y San Damián’, ‘Contar contigo’ o el vals mexicanizado de ‘Y al final’, que sigue poniendo punto final a muchos de sus shows. Como recuerdo de una de sus mejores giras, se editó el DVD ‘Una noche en flamingos’, con dos conciertos interactivos mezclados, cada uno en un formato, que demostraban lo ya apuntado: Bunbury y su banda eran dinamita pura.
Algunas críticas lo calificaban de tocho hinchado e innecesario mientras otras apuntaban que estábamos ante el mejor trabajo del zaragozano. Ni una cosa ni otra, estamos ante un disco de transición, donde Bunbury se aferraba a sus viajes por Nicaragua, Perú, Honduras, Guatemala, Chile, México y en general toda América hispana para contar sus pequeñas historias, adornadas esta vez con menos arreglos pero exhuberante en su mezcla de estilos, influencias y paisajes. ‘En la pulpería de Lucita’ y sobre todo su emblemática‘El aragonés errante’ hablan de su estancia en tierras andinas, y piezas absolutamente redondas como ‘El rescate’, ‘El anzuelo’, ‘Anidando liendres’, ‘Los restos del naufragio’–su particular homenaje a Dylan-, ‘La señorita hermaflodita’, ‘Que no sepa tu mano izquierda’ o ‘Canto (el mismo dolor)’ le dan cuerpo y alma una extensa colección de canciones, veinte en total en un disco doble, en el que de nuevo el propio Enrique se hace cargo de la producción -volviendo de nuevo a la calidez y sencillez analógica- y toca más instrumentos que nunca, entre ellos el piano y el charango, pequeña guitarra tradicional nicaragüense con la que grabó las pre-maquetas. Tal vez un álbum excesivo en su planteamiento, donde los textos y las diferentes texturas interpretativas de voz cobran un nuevo protagonismo, pero tremendamente beneficioso para el futuro de un artista que se mostraba más inquieto y activo que nunca. Prueba de ello serían sus siguientes movimientos.
Recuerdo enlatado de la gira que estuvo a punto de llevar a la ruina a Bunbury y a resultas de la cual la banda empezó a dar síntomas preocupantes de cansancio. Todo un circo, entendido en sentido literal, con luchadores enmascarados, competiciones de pulsos, carros y carretas para domadores (menos mal que se olvidó de los leones), y una carpa ambulante que se instaló en sólo cinco ciudades de la geografía española para presentar un espectáculo magnífico que contó con la presencia y la pequeña ayuda de sus amigos Iván Ferreiro, Mercedes Ferrer, Nacho Vegas, Adrià Puntí y Carlos Ann. Ningún tema nuevo y versiones del repertorio de sus invitados, entre las que destaca una grandiosa interpretación del tema de Vegas ‘Gang bang’ y la mágica versión de ‘Fantasía’ de Mercedes Ferrer. ‘Freak Show’ es además el título del documental que acompañaba al CD; una cinta de muy dudosa calidad a la que le sobra, siendo generosos, el 30% del metraje (que nadie se espera un ‘The Last Waltz’). Tras estos conciertos, la prolongación de la gira dio al traste con las esperanzas de continuar en la carretera con El Huracán Ambulante, y un Bunbury cansado, enfermo y preocupado por el aparente estancamiento de su sonido puso un brusco punto y final haciendo mutis por el foro en mitad del escenario en Zuera, cerca de su ciudad natal, y disolviendo después en un comunicado oficial a la banda que había sido hasta entonces su seña de identidad. A partir de aquí, empezaba un nuevo ciclo.
El ‘Freak Show’ provocó el encuentro de personalidades musicales con puntos en común y muchas ganas de trabajar juntas. Así, Bunbury le propuso a Carlos Ann y Nacho Vegas la grabación de un disco conjunto con canciones de todos y alguna que otra versión. Finalmente, después de que Ann decidiera que el rumbo que estaba tomando el proyecto no estaba en su onda, solamente Enrique y Vegas entraron en el estudio de Paco Loco en Puerto de Santa María (Cádiz). Otras veinte canciones, repartidas equitativamente y con claras diferencias entre las compuestas por uno y otro (narrativas e intensas las del asturiano, más dispersas las del maño), más una versión de Bambino (extraordinaria y dramática ‘Bravo’), un tema compuesto a medias (‘Látex’) y la constatación de que el alejamiento provisional de Enrique de los escenarios estaba llegando a su fin. Una gira corta pero exitosa con conciertos únicos en México D.F. y el Liceu de Barcelona, donde se registró el correspondiente DVD, puso fin a este periodo discográfico y dio paso a un nuevo ciclo creativo que nos ha regalado hasta ahora dos magníficos álbumes.
Las “canciones desde El Puerto”, como él mismo ha dado en llamar a esta etapa, continúan con un disco grabado de nuevo en casa pero esta vez con la producción de Phil Manzanera, que volvió al entorno bunburyano tras casi diez años para dejar su huella en unos temas sólidos, escritos en ámbitos domésticos y compuestos siguiendo el método tradicional. Por eso suena tan ajustado y redondo. Tras resucitar a los Héroes del Silencio para una gira de diez conciertos que cerró las heridas abiertas entre sus miembros durante demasiado tiempo, éste es un disco humilde aunque quizás no tanto como el siguiente. Aquí aún hay grandes momentos eléctricos en ‘El hombre delgado que no flaqueará jamás’, donde se tuvo que defender de graves acusaciones de plagio, ‘Hay muy poca gente’ y ‘Bujías para el dolor’, tres bombas de relojería que estallan en directo en la versión de Los Santos Inocentes, su nueva y remozada banda en la que sólo sobrevive su fiel escudero Ramón Gacías a la batería. Pese a que algunos de sus antiguos seguidores siguen sin entender este disco y no aprecian preciosidades como ‘El porqué de tus silencios’, ‘Porque las cosas cambian’, ‘Si no fuera por ti’ o ‘Irremediablemente cotidiano’, estas nuevas canciones entran por derecho en su repertorio básico, y confesiones como la de ‘Aquí’ hablan de un artista nuevo, o mejor dicho, en constante renovación. Un discazo como la copa de un pino, y unos shows a la altura de los mejores… y si no que se lo pregunten a los 90.000 mexicanos que pudieron asistir al final de gira en el Estadio Azteca. Ojo a los temas extra, sólo editados en vinilo.
Su colección de canciones más oscura, introspectiva y downtempo. Townes van Zandt, la última etapa de Johnny Cash, Leonard Cohen, los Beatles psicodélicos y Dylan, una constante en su carrera, como referentes y aglutinantes de uno de los mejores discos de aquel año. Todo se resumía en las propias palabras de su responsable al afirmar que “este disco gustará mucho a unos pocos, y muy poco a muchos”. Sin complejos, olvidando prejuicios y desplegando su fascinante y complejo bagaje sonoro, escuchamos ejercicios de autocrítica (‘Ella me dijo que no’), despechados versos de autoafirmación (‘Lo que más te gustó de mí’, el tema más raphaeliano de su carrera), explosiones glam (‘Los habitantes’), y otro tema para la posteridad, si es que no lo son todos, ‘De todo el mundo’, motivo de un vídeo precioso dirigido por el gran Alexis Morante. Hablando de realizadores, Juan Antonio Bayona se encargó del que acompaña al single de presentación, una versión del ‘Frente a frente’ de Jeanette, y además cantando a medias con Miren Iza, de Tulsa. ¿Se podía pedir más? Sólo un consejo para no iniciados: ahórrense este disco si quieren empezar a disfrutar de la música de Bunbury, es ideal para culminar una devoción, no para iniciarla.
Grabado en el teatro Gran Rex de Buenos Aires los días 3, 4 y 5 de noviembre del año pasado, este recopilatorio en directo es un intento de plasmar la energía de Los Santos Inocentes sobre un escenario. Sin duda, no hace justicia al impresionante espectáculo de Bunbury y los suyos. El grupo repasa los temas más importantes de los últimos discos y revisa clásicos como ‘El Extranjero’, ‘Alicia’ o ‘Sólo si me perdonas’, adaptándolas a la nueva instrumentación unas veces con más acierto que otras.
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