Crónica- Enrique Bunbury El Antihéroe y su Cantina
La cantina de Enrique
Bunbury no se guardó nada en la noche del sábado ante un Ferro Carril Oeste colmado que vibró con la presentación de “Licenciado Cantinas”.
Fotos por: Cristian Seligmann
Remeras de Systen Of a Down, Tool, Pink Floyd, Korn y Pearl Jam, se mezclaban con miles de Héroes del Silencio en la cálida noche de Caballito. Jornada rockera de la mano de Enrique Bunbury, gran conocedor de estas tierras que visita la región año tras año, trayendo siempre nuevas canciones que mostrar, en este caso las pertenecientes a su disco más latinoamericano: “Licenciado Cantinas”.
Con impronta de bodegón, y acompañado por una estupenda banda llamada “Los Santos Inocentes”, Quique hace pie con desparpajo sobre el escenario, su lugar en el mundo, y lleva clavados los casi 10 mil pares de ojos presentes sobre el lomo, sin que esto le haga mella.
Canta y baila inmerso en un traje negro con vivos naranjas, gesticula y se desenvuelve con maestría, hace pie con “canciones cantineras y revolucionarias” de su última placa como la cumbia “El solitario” y la ranchera “Ánimas, que no amanezca”; o ya clásicos como “El Extranjero”, “La señorita hermafrotita” y “Sácame de aquí”.
El guitarrista Álvaro Suite es a Bunbury lo que Caniggia a Maradona. Alero derecho en el escenario como en un bar, lleva el swing en su acústica, y se complementa mágicamente con la filosa guitarra de Jordi Mena para introducir “Que tengas suertecita” o al acompañar la faceta boxeadora del anfitrión en “No me llames cariño”, de cadenciosa percusión.
Las luces naranjas envuelven a la banda, que suena fuerte y clara en todo el estadio, aunque recibe quejas de un pequeño grupo que se ubica pegado al artista, en lo que se denomina “campo vip” que llevan a Bunbury a patear un monitor como reclamo. Muchas veces estar tan cerca no es sinónimo de ubicación de privilegio en lo que a sonido respecta.
Con la lírica siempre puesta en la idea del trovador vagabundo, que siempre está de paso trayendo sus alegrías y pesares, el ex líder de los Héroes del Silencio repasa perlas de su carrera solista como “De todo el mundo”, “Sí” y“El Hombre delgado que no flaqueará jamás”, dejando de lado, por completo, y sin quejas del público, las gemas de la banda que comandó décadas atrás.
Más de veinte temas sin respiro a lo largo de dos horas tuvieron como epílogo “un blues de Atahualpa Yupanqui”, como presentó a la zamba “El cielo está dentro de mí”, y el tango “Cosas olvidadas”, con acordeón y acústicas, dos perlas dedicadas a la Argentina incluidas en “Licenciado Cantinas”.Luego de un corto amague, “Y al final”, del disco “Flamingos”, invitaba a la despedida al treintañero publico que acompañó la vuelta de Enrique Bunbury, este rockero bohemio y desfachatado que, como en cada paseo por Buenos Aires, no dejó gota por sudar, y puso todas sus credenciales arriba de la mesa entregando una especialísima noche de cantina.
Leandro Peredo
Fuente | Redacción de El Acople
Remeras de Systen Of a Down, Tool, Pink Floyd, Korn y Pearl Jam, se mezclaban con miles de Héroes del Silencio en la cálida noche de Caballito. Jornada rockera de la mano de Enrique Bunbury, gran conocedor de estas tierras que visita la región año tras año, trayendo siempre nuevas canciones que mostrar, en este caso las pertenecientes a su disco más latinoamericano: “Licenciado Cantinas”.
Con impronta de bodegón, y acompañado por una estupenda banda llamada “Los Santos Inocentes”, Quique hace pie con desparpajo sobre el escenario, su lugar en el mundo, y lleva clavados los casi 10 mil pares de ojos presentes sobre el lomo, sin que esto le haga mella.
Canta y baila inmerso en un traje negro con vivos naranjas, gesticula y se desenvuelve con maestría, hace pie con “canciones cantineras y revolucionarias” de su última placa como la cumbia “El solitario” y la ranchera “Ánimas, que no amanezca”; o ya clásicos como “El Extranjero”, “La señorita hermafrotita” y “Sácame de aquí”.
El guitarrista Álvaro Suite es a Bunbury lo que Caniggia a Maradona. Alero derecho en el escenario como en un bar, lleva el swing en su acústica, y se complementa mágicamente con la filosa guitarra de Jordi Mena para introducir “Que tengas suertecita” o al acompañar la faceta boxeadora del anfitrión en “No me llames cariño”, de cadenciosa percusión.
Las luces naranjas envuelven a la banda, que suena fuerte y clara en todo el estadio, aunque recibe quejas de un pequeño grupo que se ubica pegado al artista, en lo que se denomina “campo vip” que llevan a Bunbury a patear un monitor como reclamo. Muchas veces estar tan cerca no es sinónimo de ubicación de privilegio en lo que a sonido respecta.
Con la lírica siempre puesta en la idea del trovador vagabundo, que siempre está de paso trayendo sus alegrías y pesares, el ex líder de los Héroes del Silencio repasa perlas de su carrera solista como “De todo el mundo”, “Sí” y“El Hombre delgado que no flaqueará jamás”, dejando de lado, por completo, y sin quejas del público, las gemas de la banda que comandó décadas atrás.
Más de veinte temas sin respiro a lo largo de dos horas tuvieron como epílogo “un blues de Atahualpa Yupanqui”, como presentó a la zamba “El cielo está dentro de mí”, y el tango “Cosas olvidadas”, con acordeón y acústicas, dos perlas dedicadas a la Argentina incluidas en “Licenciado Cantinas”.Luego de un corto amague, “Y al final”, del disco “Flamingos”, invitaba a la despedida al treintañero publico que acompañó la vuelta de Enrique Bunbury, este rockero bohemio y desfachatado que, como en cada paseo por Buenos Aires, no dejó gota por sudar, y puso todas sus credenciales arriba de la mesa entregando una especialísima noche de cantina.
Leandro Peredo
Fuente | Redacción de El Acople
Bunbury, el antihéroe
El músico español convirtió el estadio de Ferro en una cantina donde repasó clásicos de su autoría y de toda Latinoamérica. ¿De los Héroes? Sólo silencio.
A las 20, los vecinos de Caballito comenzaron a notar un inusual desfile de remeras negras en dirección al estadio de Ferro. Un raro símbolo con una H y una S predominaban en la vestimenta de los que peregrinaban hacia la cancha donde el español Enrique Bunbury ofrecería un show para mostrar su lado más latinoamericano.
La gente se impacientaba, aunque el estadio aún mostraba ausencias. A pesar de ser un artista reconocido y querido en el país, lo cierto es que la convocatoria de Bunbury da para llenar tres Gran Rex (como lo hizo en 2010) pero no todo un Ferro. El Campo (salvo ese deleznable invento llamado Campo VIP) estaba repleto, pero las plateas eran generosas en sus porciones vacías.
El reloj marcó las 21.30 cuando las luces se apagaron y allí salió el cantante, acompañado por su banda, Los Santos Inocentes. Luego de una breve intro instrumental llamada "El mar, el cielo y tú", comenzó el recorrido por el último trabajo del zaragozano, "Licenciado Cantinas", un tributo a los cantautores latinoamericanos, "que va desde Tierra del Fuego hasta Río Grande", explicó.
"Llévame" y "El Solitario" fueron los dos temas siguientes, ambos de ritmo movidos y excelsamente ejecutados, lo que hizo bailar a todo el público presente, inclusive a los metaleros que siguen a Bunbury desde Héroes del Silencio, su banda madre, y aún añoran los riffs poderosos de "El espíritu del vino" o "Avalancha".
Un breve interludio de dos temas de su discografía anterior ("La señorita hermafrodita" y "El Extranjero") precedieron al primer corte de "Licenciado cantinas", una tonada peruana llamada "Ódiame", que los presentes corearon con entusiasmo.
"Los habitantes", de su disco precedente, colmó el lugar de la resignación de su melodía y demostró que Jordi Mena, guitarrista líder de Los Santos Inocentes, tiene fuego en sus dedos a la hora de sacarle solos a su Gibson SG. Luego, "El Anzuelo" se transformó en una canción disco y el baile volvió a la cancha.
El español se mostró agradecido con el público ante cada gesto y cantito. Tal era la conexión con sus oyentes que se enojó con su sonidista cuando los presentes del lado derecho del Campo Vip reclamaron que no se lo escuchaba bien y hasta golpeó un monitor de sonido. Afortunadamente, en el resto del estadio las ondas sonoras llegaban impecables.
Bunbury está en una edad y un momento de su carrera en el que puede hacer lo que se le antoje, por lo que sus inquietudes musicales y el apoyo de su banda, versátil a más no poder, aseguraron un repertorio donde hubo lugar para las rancheras, el western, el rock n' roll, la música disco, la cumbia (verdadera) y hasta el tango y el folklore local, con "Cosas olvidadas" (de Antonio Rodio y José María Contursi) y la zamba de Atahualpa Yupanqui, "El cielo está dentro de mí".
Dicha libertad artística le permitió, a pesar de las remeras y súplicas de los presentes, no tocar ningún tema de Héroes del Silencio, lo que a esta altura ya constituye un hecho anecdótico y no un factor negativo en el aspecto holístico del show.
Noche de juerga y nostalgia con el licenciado Bunbury, quien siempre deja con ganas de pedir: "Cantinero, otra vuelta".
C1/CA
Agradecemos al equipo de Amelia Comunicación por la atención dispensada.
Fuente | Ciudad1.com
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