BUNBURY "MI BUENOS AIRES QUERIDO"
En vivo, sin trampas ni subterfugios. Así es como más disfruta ENRIQUE BUNBURY de su profesión. Gran Rex, magnánimo directo grabado en el teatro del mismo nombre, es reflejo de esa aseveración, y un bonito recordatorio de los momentos vividos. También funciona como antología de una carrera solista que cumple este 2011 su quince aniversario.
Bunbury planifica cada paso con perspectiva de futuro. Sabiéndose analizado por fans y críticos, marca su evolución como artista, más allá de las referencias discográficas en estudio de turno, a través de fetiches que sirven para detallar el momento concreto que atraviesa. Libros fotográficos y de entrevistas, testimonios audiovisuales o, como en este caso, un directo a la vieja usanza, de los que
obligan al oyente a situarse en el centro de la acción, entre banda y público. Doble en su versión en CD, triple en vinilo, Gran Rex resume y refleja la gira de la obra más intimista del zaragozano, Las Consecuencias, en los conciertos bonaerenses (a los que servidor estaba invitado y no pudo ir, aunque ésa sea otra historia). Desde el Parasiempre de Héroes Del Silencio, en 1996, el cantante no había vuelto a editar un álbum en directo de repertorio amplio. Al igual que el Pequeño Cabaret Ambulante grabado en el D.F., este Gran Rex se aprovecha de la coyuntura de Bunbury en las Américas, donde ejerce de rockero latino total, aglutinando toda referencia, maximizándola en su particular caleidoscopio. Allí es adorado con igual de intensidad que en los 90, época convulsa de radicales transformaciones no siempre bien entendidas. Desde Los Angeles, Bunbury accede a una entrevista basada exclusivamente en la vida de carretera, de la litera del bus hasta el camerino, de la sala al opulento teatro, del recuerdo al vinilo.
Es hora de hablar.
¿Cómo se afronta la grabación de un directo? Imagino que el día señalado, o los días, hay una predisposición diferente...
“Lo más importante, que estuviéramos en el mismo recinto y en la misma ciudad al menos tres noches, para que los músicos nos tranquilizáramos y pudiéramos comportarnos de la forma más natural posible ante la grabación. Ocurre lo mismo ante una cámara fotográfica: en cuanto te la ponen delante, te cambia la cara y ya no hay forma de que te comportes con naturalidad. Lo difícil fue cuadrar el repertorio, porque una cosa es lo que quería que apareciera en el álbum, y otra, los diferentes set list que iba a ofrecer cada noche. Eso complicó bastante la posibilidad de que, de todas las canciones que aparecen en el disco, hubiera al menos dos tomas”.
Tanto de tu discografía en concreto, como de tus artistas favoritos, ¿qué valoración haces de los directos?
“Todavía no tengo claro si son sustanciales o anecdóticos, si son discos con validez intrínseca o simples suvenires para los muchachos que disfrutaron de aquellos conciertos. En general, no me apasionan demasiado los discos en directo de otros artistas. Cuando repaso la discografía de alguno de mis favoritos, suelo saltármelos. Hay clásicos que siempre disfruto: el Stage y el David Live de Bowie, el Rock’N’Roll Animal de Lou Reed, el At Budokan de Dylan, el Made In Japan de Deep
Purple, el Live At Leeds de The Who, el Too Late To Stop Now de Van Morrison... Supongo que en privado sueño con que alguno de los míos pueda acercarse remotamente a esa gloria. Soy consciente de que ni de coña. Posiblemente por eso mismo sigo intentándolo”.
¿Los tours que con más intensidad has vivido?
“La gira de Las Consecuencias es mi favorita, junto con la de Flamingos y los seis conciertos que dimos con el Freak Show. El Freak Show supuso algo irrepetible, no sólo por los freaks que juntamos en el escenario, sino por las características propias de la gira, en una carpa de circo, ring de
lucha libre mexicana, el campeón europeo de pulso… Lo de Flamingos fue el momento álgido de El Huracán Ambulante. Como banda estábamos muy bien, el disco fue un éxito tanto en América como en España, y no paramos de girar en dos años. Y en Las Consecuencias hemos alcanzado un gran nivel. La gira por Estados Unidos, dos meses en un autobús por las carreteras gringas, ha sido una experiencia musical y humana muy difícil de superar o mejorar. Y la segunda parte del tour, por México, Argentina y España, se tradujo en conciertos maravillosos”.
En las giras sueles adaptar tus canciones antiguas al formato musical que atraviesas. ¿Cómo es el proceso de hacer nuevos arreglos a esos temas? ¿Lo afrontas casi como versionarte a ti mismo, aun manteniendo la estructura vocal?
“Básicamente, cuando trabajaba con El Huracán Ambulante, tuvimos que adaptar canciones de Radical Sonora y las pocas que tocábamos de Héroes Del Silencio a la instrumentación de la banda: metales, violín, percusiones, guitarra, bajo, batería y teclas. Ahora, con los Santos Inocentes, hemos adaptado las canciones que se grabaron con una instrumentación más compleja a un formato típico de grupo de rock. Esto es, a grandes rasgos, el trabajo previo y básico antes de meternos en harina. Lo más emocionante es cuando pienso en cómo mejorar una canción que se está quedando anclada en su tiempo. En mi cabeza ninguna canción está terminada por el hecho de que la grabara de una forma determinada, simplemente la pilló en ese momento concreto de su evolución. Algunas quedaron más o menos inamovibles y otras han tenido tantas versiones como giras he realizado posteriormente. Hay canciones que han ido cambiando sutilmente, como ‘Apuesta Por El Rock’N’Roll’, con matices que apenas nadie percibe, o drásticamente, como las de ‘Lady Blue’, ‘El Anzuelo’, ‘Contar Contigo’, ‘Desmejorado’ y ‘Salomé’. Incluso las hay, como ‘El Viento A Favor’ e ‘Infinito’, de las que vagamenterecuerdo su versión original (risas)”.
¿Qué sucede cuando te cansas de interpretar un tema en directo? ¿Existe alguna canción, alguna cara B tipo ‘Luna’, que hayas deseado tocar?
“Durante esta gira interpretamos un total de 60 canciones. Cada noche variábamos entre siete y nueve canciones. Eso nos obligaba a permanecer atentos y nos hacía muy difícil caer en el aburrimiento.
De todas formas, cuando acaba una gira, hay canciones que sientes que han terminado su ciclo. O les das una vuelta en el futuro, o deben abandonar el barco temporal o definitivamente. Y sí, hemos rescatado canciones del olvido y del oscurantismo del B-side, o incluso del C-side, como es el caso de ‘Dos Clavos A Mis Alas’, que es un tema que nunca edité oficialmente y que sólo aparece en algún disco pirata”.
Encima del escenario, se nota que se viven emociones muy fuertes. Una vez le pregunté a David Eugene Edwards si tenía miedo ante la intensidad de la música y me respondió que sí, que no sentía que la música le perteneciera, sino que le usaba como una especie de transmisor, que le hablaba como a otros artistas.
“Vi a Woven Hand en Bilbao. Efectivamente, parecía entrar en un trance místico. Personalmente, tuve conciertos en los que fui totalmente ajeno al dolor. Alguna vez me he levantado al día siguiente de un concierto sin saber muy bien cuándo ni cómo me hice determinada herida. No sé si eso se tradujo en un gran concierto. Debería de juzgarse desde otra perspectiva”.
Lo que es cierto es que, desde la tarima, los mensajes alcanzan más fuerza. Debe existir un cierto compromiso con la audiencia.
“En algunos conciertos me concentro en la melodía, en el canto, en la afinación. En otros, lo gestual y la comunicación con la audiencia se me hacen primordiales. Y también los hay en los que cada sílaba pronunciada debe de llegar al público con todos sus significados. Rara vez ocurre todo a la vez y, sí, creo que cuando todo se junta, hay algo poderoso que hace de la música un arma muy poderosa. “This machine kills nazis”, decía la guitarra de Woody Guthrie”.
Siempre he pensado que es increíble cómo Dylan no se volvió loco cuando llegó a ver que se escribían, literalmente, libros sobre su basura. En ese sentido, tú tienes fans muy extremos, que incluso se tatúan tu nombre o tu cara. ¿Cuál es el truco para que no te afecten?
“Me afectan. Intento distanciarme sobre todo de los más fanáticos. Por un lado te sientes abrumado, halagado… pero sabes que hay un límite en el que nada de todo eso te beneficia. Ni a ti, ni a ellos”.
Tu público argentino es bastante fiel.
“Son muchos años visitando el país y actuando en todo tipo de recintos, desde los antros más underground a los grandes conciertos multitudinarios. El público argentino es, posiblemente, el mejor del mundo. Único en su conocimiento musical, respeto por el artista e involucración con el show. Después de tanto tiempo, ¡por fin he podido grabar un disco en vivo allí! Quizás haya sido en agradecimiento, por todo lo vivido y lo bebido (risas)”.
Hablemos de la vida en la carretera. Ahí se crea un universo muy particular. Las cosas pasan muy deprisa...
“Señalar que existe una diferencia muy importante entre girar por España y hacerlo por Estados Unidos, Europa, México o el resto de Latinoamérica. En España, debido a las distancias, siempre acabas volviendo a casa cada pocos días. Las verdaderas giras, ésas en las que haces las maletas para pasar meses fuera de casa, son las que realmente te exigen un compromiso serio. Y lo más importante, para mí, es rodearte de gente magnífica, y me refiero a su perfil humano, no a su capacidad, que se sobreentiende. Conformar una pequeña gran familia es muy importante cuando más de la mitad del año la vas a pasar con ellos. Les ves más que a tus parientes consanguíneos. Por eso es tan importante crear vínculos. Me resulta muy sencillo encontrar la motivación para salir de nuevo de gira. Es, quizás, mi estado natural. Lo reconozco: lo encuentro fascinante. Y cuando todo va sobre ruedas… no hay gira larga”.
Preparas muy bien tu escenario. El simple micro, con esa calavera, es significativo. ¿Influencia de Screamin’ Jay Hawkins o Rob Zombie?
“El pie de micro de calaveras es inspiración directa de Screamin’ Jay Hawkins y del vudú de New Orleans. Pero también soy, obviamente, un gran fan del Rob Zombie cineasta y músico. Me gusta que la escenografía de las giras arropen y acompañen la estética del álbum que se presenta en vivo. Siempre quise que viendo una fotografía de uno de mis directos fuera fácil saber a qué gira pertenece… que no necesites escuchar la música para ubicar la época concreta a la que pertenece”.
¿Qué opinas del shock rock, de gente como Marilyn Manson, o el antecedente, Alice Cooper?
“Me encanta Marilyn Manson. Creo que está muy infravalorado. Aprecio muchos de sus discos y, sobre todo, su discurso y su pintura. Igual que le benefició la máscara y el espectáculo para llamar la atención de los más jóvenes hacia su obra, le perjudicó a la hora de ser tomado en serio. Da la impresión de que no atraviesa un buen momento personal, y eso se está reflejando en sus conciertos y en sus canciones. Espero que vuelva a sorprendernos con más material interesante en el futuro. De Alice Cooper me quedo con sus discos de los 70, cuando eran una banda.
www.enriquebunbury.com
Bunbury planifica cada paso con perspectiva de futuro. Sabiéndose analizado por fans y críticos, marca su evolución como artista, más allá de las referencias discográficas en estudio de turno, a través de fetiches que sirven para detallar el momento concreto que atraviesa. Libros fotográficos y de entrevistas, testimonios audiovisuales o, como en este caso, un directo a la vieja usanza, de los que
obligan al oyente a situarse en el centro de la acción, entre banda y público. Doble en su versión en CD, triple en vinilo, Gran Rex resume y refleja la gira de la obra más intimista del zaragozano, Las Consecuencias, en los conciertos bonaerenses (a los que servidor estaba invitado y no pudo ir, aunque ésa sea otra historia). Desde el Parasiempre de Héroes Del Silencio, en 1996, el cantante no había vuelto a editar un álbum en directo de repertorio amplio. Al igual que el Pequeño Cabaret Ambulante grabado en el D.F., este Gran Rex se aprovecha de la coyuntura de Bunbury en las Américas, donde ejerce de rockero latino total, aglutinando toda referencia, maximizándola en su particular caleidoscopio. Allí es adorado con igual de intensidad que en los 90, época convulsa de radicales transformaciones no siempre bien entendidas. Desde Los Angeles, Bunbury accede a una entrevista basada exclusivamente en la vida de carretera, de la litera del bus hasta el camerino, de la sala al opulento teatro, del recuerdo al vinilo.
Es hora de hablar.
¿Cómo se afronta la grabación de un directo? Imagino que el día señalado, o los días, hay una predisposición diferente...
“Lo más importante, que estuviéramos en el mismo recinto y en la misma ciudad al menos tres noches, para que los músicos nos tranquilizáramos y pudiéramos comportarnos de la forma más natural posible ante la grabación. Ocurre lo mismo ante una cámara fotográfica: en cuanto te la ponen delante, te cambia la cara y ya no hay forma de que te comportes con naturalidad. Lo difícil fue cuadrar el repertorio, porque una cosa es lo que quería que apareciera en el álbum, y otra, los diferentes set list que iba a ofrecer cada noche. Eso complicó bastante la posibilidad de que, de todas las canciones que aparecen en el disco, hubiera al menos dos tomas”.
Tanto de tu discografía en concreto, como de tus artistas favoritos, ¿qué valoración haces de los directos?
“Todavía no tengo claro si son sustanciales o anecdóticos, si son discos con validez intrínseca o simples suvenires para los muchachos que disfrutaron de aquellos conciertos. En general, no me apasionan demasiado los discos en directo de otros artistas. Cuando repaso la discografía de alguno de mis favoritos, suelo saltármelos. Hay clásicos que siempre disfruto: el Stage y el David Live de Bowie, el Rock’N’Roll Animal de Lou Reed, el At Budokan de Dylan, el Made In Japan de Deep
Purple, el Live At Leeds de The Who, el Too Late To Stop Now de Van Morrison... Supongo que en privado sueño con que alguno de los míos pueda acercarse remotamente a esa gloria. Soy consciente de que ni de coña. Posiblemente por eso mismo sigo intentándolo”.
¿Los tours que con más intensidad has vivido?
“La gira de Las Consecuencias es mi favorita, junto con la de Flamingos y los seis conciertos que dimos con el Freak Show. El Freak Show supuso algo irrepetible, no sólo por los freaks que juntamos en el escenario, sino por las características propias de la gira, en una carpa de circo, ring de
lucha libre mexicana, el campeón europeo de pulso… Lo de Flamingos fue el momento álgido de El Huracán Ambulante. Como banda estábamos muy bien, el disco fue un éxito tanto en América como en España, y no paramos de girar en dos años. Y en Las Consecuencias hemos alcanzado un gran nivel. La gira por Estados Unidos, dos meses en un autobús por las carreteras gringas, ha sido una experiencia musical y humana muy difícil de superar o mejorar. Y la segunda parte del tour, por México, Argentina y España, se tradujo en conciertos maravillosos”.
En las giras sueles adaptar tus canciones antiguas al formato musical que atraviesas. ¿Cómo es el proceso de hacer nuevos arreglos a esos temas? ¿Lo afrontas casi como versionarte a ti mismo, aun manteniendo la estructura vocal?
“Básicamente, cuando trabajaba con El Huracán Ambulante, tuvimos que adaptar canciones de Radical Sonora y las pocas que tocábamos de Héroes Del Silencio a la instrumentación de la banda: metales, violín, percusiones, guitarra, bajo, batería y teclas. Ahora, con los Santos Inocentes, hemos adaptado las canciones que se grabaron con una instrumentación más compleja a un formato típico de grupo de rock. Esto es, a grandes rasgos, el trabajo previo y básico antes de meternos en harina. Lo más emocionante es cuando pienso en cómo mejorar una canción que se está quedando anclada en su tiempo. En mi cabeza ninguna canción está terminada por el hecho de que la grabara de una forma determinada, simplemente la pilló en ese momento concreto de su evolución. Algunas quedaron más o menos inamovibles y otras han tenido tantas versiones como giras he realizado posteriormente. Hay canciones que han ido cambiando sutilmente, como ‘Apuesta Por El Rock’N’Roll’, con matices que apenas nadie percibe, o drásticamente, como las de ‘Lady Blue’, ‘El Anzuelo’, ‘Contar Contigo’, ‘Desmejorado’ y ‘Salomé’. Incluso las hay, como ‘El Viento A Favor’ e ‘Infinito’, de las que vagamenterecuerdo su versión original (risas)”.
¿Qué sucede cuando te cansas de interpretar un tema en directo? ¿Existe alguna canción, alguna cara B tipo ‘Luna’, que hayas deseado tocar?
“Durante esta gira interpretamos un total de 60 canciones. Cada noche variábamos entre siete y nueve canciones. Eso nos obligaba a permanecer atentos y nos hacía muy difícil caer en el aburrimiento.
De todas formas, cuando acaba una gira, hay canciones que sientes que han terminado su ciclo. O les das una vuelta en el futuro, o deben abandonar el barco temporal o definitivamente. Y sí, hemos rescatado canciones del olvido y del oscurantismo del B-side, o incluso del C-side, como es el caso de ‘Dos Clavos A Mis Alas’, que es un tema que nunca edité oficialmente y que sólo aparece en algún disco pirata”.
Encima del escenario, se nota que se viven emociones muy fuertes. Una vez le pregunté a David Eugene Edwards si tenía miedo ante la intensidad de la música y me respondió que sí, que no sentía que la música le perteneciera, sino que le usaba como una especie de transmisor, que le hablaba como a otros artistas.
“Vi a Woven Hand en Bilbao. Efectivamente, parecía entrar en un trance místico. Personalmente, tuve conciertos en los que fui totalmente ajeno al dolor. Alguna vez me he levantado al día siguiente de un concierto sin saber muy bien cuándo ni cómo me hice determinada herida. No sé si eso se tradujo en un gran concierto. Debería de juzgarse desde otra perspectiva”.
Lo que es cierto es que, desde la tarima, los mensajes alcanzan más fuerza. Debe existir un cierto compromiso con la audiencia.
“En algunos conciertos me concentro en la melodía, en el canto, en la afinación. En otros, lo gestual y la comunicación con la audiencia se me hacen primordiales. Y también los hay en los que cada sílaba pronunciada debe de llegar al público con todos sus significados. Rara vez ocurre todo a la vez y, sí, creo que cuando todo se junta, hay algo poderoso que hace de la música un arma muy poderosa. “This machine kills nazis”, decía la guitarra de Woody Guthrie”.
Siempre he pensado que es increíble cómo Dylan no se volvió loco cuando llegó a ver que se escribían, literalmente, libros sobre su basura. En ese sentido, tú tienes fans muy extremos, que incluso se tatúan tu nombre o tu cara. ¿Cuál es el truco para que no te afecten?
“Me afectan. Intento distanciarme sobre todo de los más fanáticos. Por un lado te sientes abrumado, halagado… pero sabes que hay un límite en el que nada de todo eso te beneficia. Ni a ti, ni a ellos”.
Tu público argentino es bastante fiel.
“Son muchos años visitando el país y actuando en todo tipo de recintos, desde los antros más underground a los grandes conciertos multitudinarios. El público argentino es, posiblemente, el mejor del mundo. Único en su conocimiento musical, respeto por el artista e involucración con el show. Después de tanto tiempo, ¡por fin he podido grabar un disco en vivo allí! Quizás haya sido en agradecimiento, por todo lo vivido y lo bebido (risas)”.
Hablemos de la vida en la carretera. Ahí se crea un universo muy particular. Las cosas pasan muy deprisa...
“Señalar que existe una diferencia muy importante entre girar por España y hacerlo por Estados Unidos, Europa, México o el resto de Latinoamérica. En España, debido a las distancias, siempre acabas volviendo a casa cada pocos días. Las verdaderas giras, ésas en las que haces las maletas para pasar meses fuera de casa, son las que realmente te exigen un compromiso serio. Y lo más importante, para mí, es rodearte de gente magnífica, y me refiero a su perfil humano, no a su capacidad, que se sobreentiende. Conformar una pequeña gran familia es muy importante cuando más de la mitad del año la vas a pasar con ellos. Les ves más que a tus parientes consanguíneos. Por eso es tan importante crear vínculos. Me resulta muy sencillo encontrar la motivación para salir de nuevo de gira. Es, quizás, mi estado natural. Lo reconozco: lo encuentro fascinante. Y cuando todo va sobre ruedas… no hay gira larga”.
Preparas muy bien tu escenario. El simple micro, con esa calavera, es significativo. ¿Influencia de Screamin’ Jay Hawkins o Rob Zombie?
“El pie de micro de calaveras es inspiración directa de Screamin’ Jay Hawkins y del vudú de New Orleans. Pero también soy, obviamente, un gran fan del Rob Zombie cineasta y músico. Me gusta que la escenografía de las giras arropen y acompañen la estética del álbum que se presenta en vivo. Siempre quise que viendo una fotografía de uno de mis directos fuera fácil saber a qué gira pertenece… que no necesites escuchar la música para ubicar la época concreta a la que pertenece”.
¿Qué opinas del shock rock, de gente como Marilyn Manson, o el antecedente, Alice Cooper?
“Me encanta Marilyn Manson. Creo que está muy infravalorado. Aprecio muchos de sus discos y, sobre todo, su discurso y su pintura. Igual que le benefició la máscara y el espectáculo para llamar la atención de los más jóvenes hacia su obra, le perjudicó a la hora de ser tomado en serio. Da la impresión de que no atraviesa un buen momento personal, y eso se está reflejando en sus conciertos y en sus canciones. Espero que vuelva a sorprendernos con más material interesante en el futuro. De Alice Cooper me quedo con sus discos de los 70, cuando eran una banda.
www.enriquebunbury.com
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