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20 ANIVERSARIO DE SENDEROS DE TRAICION 



En el nº 132 de la revista Rolling Stone en su edición de octubre de 2010 aparece un extenso artículo sobre el 20º aniversario del disco de Héroes del Silencio "Senderos de Traición".



Héroes del Silencio: 20 años de ‘Senderos de traición’

Se cumplen dos décadas de la grabación del mejor disco de Héroes del Silencio (el segundo mejor de la historia de la música española para ‘RS’). Hablamos con los miembros de la banda, con el productor Phil Manzanera y con quienes estuvieron involucrados en la creación y el éxito de un álbum que superó todas las expectativas y acabó por hacer historia. Por Juanjo Ordás

Héroes del Silencio: 20 años de ‘Senderos de traición’

Héroes del Silencio en los noventa. De izquierda a derecha: Joaquín Cardiel, de pie; Juan Valdivia, Pedro Andreu y Enrique Bunbury.

Al igual que los jóvenes Stones, Beatles o Zeppelin absorbieron el legado de los músicos negros americanos para dar vida a su propia visión musical, Héroes del Silencio hicieron lo propio alimentándose de la historia del rock que heredaron de sus mayores. Poseídos por el espíritu de la música del diablo, el vocalista Enrique Bunbury, el batería Pedro Andreu, el guitarrista Juan Valdivia y el bajista Joaquín Cardiel dieron a España el primer grupo de rock que desató fenómenos hasta entonces reservados para las estrellas internacionales. Sin duda, la histeria por la banda se desató con Senderos de traición, su segundo y más célebre disco editado en 1990. Cuando Héroes encararon su creación y grabación, el éxito no les era ajeno. Pero pese a que El mar no cesa, su primer disco, había vendido 150.000 unidades, el factótum que impulsó Senderos de traición fue la frustración por no haber conseguido plasmar en su ópera prima el sonido que la banda manejaba en directo.

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En el estudio. El guitarrista Juan Valdivia (a la izquierda) y el bajista Joaquín Cardiel en un momento de la grabación de Senderos de traición.




Aunque la edición limitada del EP En directo (1989) demostró su poderío sobre las tablas, el reto seguía siendo capturar esa vibración entre las paredes del estudio de grabación. Enrique Bunbury tiene un recuerdo de lo que supuso la primera escucha de El mar no cesa en los estudios Hispavox: “Nos pareció que sonaba mejor que el Thriller”. Sin embargo, el vocalista recuerda cómo esa impresión duró poco: “Nuestra desilusión fue tremenda. A día de hoy, estoy tremendamente agradecido al trabajo y esfuerzo que realizaron Gustavo Montesano y Roberto Azorín en la producción del álbum, pero en ese momento me pareció que íbamos a tener que esforzarnos mucho en nuestros shows, en nuestros siguientes álbumes y en nuestras entrevistas para dejar claro que éramos una auténtica banda de rock and roll. Por eso, cuando empezamos a pensar en los objetivos del nuevo proyecto, una de las prioridades era que no volviera a haber ningún tipo de confusión, ni por parte de la compañía discográfica, ni en el estudio de grabación”. El guitarrista Juan Valdivia, en cambio, es capaz de encontrar bondades en su primer largo: “Cuanto peor suena un primer disco es más fácil superarlo. Pero quizá El mar no cesa no fue superado en melodías”.

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La carátula de Senderos de traición.


Sólo un nombre se barajó para producir Senderos de traición. El legendario Phil Manzanera (Roxy Music) era el hombre perfecto. No sólo era un productor de mentalidad internacional sino que además su herencia hispana le permitía comprender las raíces de la banda y comunicarse con ellos. Como Bunbury recuerda, a la banda también le pareció una gran opción: “No sé cómo, Pito [Ignacio Cubillas, mánager durante prácticamente toda la carrera del grupo] vino con el contacto. Quizá de algún viaje a Londres. Nos parecía que un productor anglo entendería perfectamente el lenguaje que estábamos manejando”. Manzanera tuvo que verles en vivo para percibir que había materia prima con la que trabajar: “La primera vez que los vi en concierto, el 19 agosto de 1990 en Calatayud, sentí la fuerza de su conexión con los fans y, para mí, eso era lo que faltaba en el primer disco”, dice el productor: “Me pareció muy importante que reprodujéramos esa energía que existía con tanta fuerza en los conciertos”. Según Valdivia, “Phil Manzanera transmitió mucha positividad en todos los sentidos”. “Nos entendíamos muy bien”, continúa Andreu, “Phil nos permitió ser a cada uno esa parte importante dentro de las canciones”.
Una vez editado, Senderos de traición resultaría ser un disco homogéneo de rock melancólico e incluso existencial con una amalgama de influencias que Cardiel sintetiza como “afterpunk británico del momento con fondo de rock clásico”, mientras Valdivia nos permite saber qué sonidos se mezclaban en su cabeza durante la grabación, poniendo sobre el tapete un elenco ecléctico: “Tequila, Peter Frampton, U2, The Cure, Leño, Mark Knopfler, Obús, Smiths, los Rolling. Mientras hubiera un guitarrista que tocara bien, me daba igual todo lo demás”. Enrique, por su parte, cita los discos que influyeron a los cuatro miembros por igual: “Nos apasionaron el Electric y el Sonic temple de The Cult, el Rattle and hum de U2, el Disintegration de The Cure, el Appetite for destruction de Guns N’ Roses… Aparte, cada uno teníamos nuestros gustos particulares en los que no necesariamente nos encontrábamos”.

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Héroes del Silencio trabajando en el estudio con Phil Manzanera.

Las jornadas de grabación fueron organizadas en los estudios Kirios de Madrid, donde el productor quedó prendado por la mesa de mezclas Neve que allí se utilizaba. Además, se trajo consigo a Keith Bessey, ingeniero inglés de confianza. Phil recuerda que “comenzábamos a las once o doce y a las dos parábamos para comer. Volvíamos a trabajar a las tres y no parábamos hasta las ocho o las nueve. Cenábamos y después hacíamos un esfuerzo final acabando sobre las once. Este horario duró catorce días, desde el 25 de septiembre de 1990 hasta el 16 de octubre. Después de tan intensas jornadas nos fuimos a los Estudios Metropolis de Londres para mezclar. Pronto el horario volvió a ser como antes durante otros diez días, ¡pero esta vez sin paradas!”.
Un perfecto equilibrio entre el pop y rock marcó la dinámica del disco, algo con lo que Bunbury no discrepa: “Creo que es el álbum que mejor define la aportación de Héroes del Silencio al rock en español. El sonido que todos tenemos en la cabeza cuando pensamos en el grupo es el de Senderos de traición. Creo que Phil hizo un trabajo impecable y el material que grabamos es el más redondo de nuestra carrera. Está la potencia del rock junto a la melodía del pop, las guitarras cristalinas junto con la fiereza de la distorsión”. “Todo fue muy natural, así salió”, comenta Juan, “una mezcla entre pop y rock, equilibrado”. Por su parte, Cardiel resume la fórmula con acierto poético: “Era nuestro jarabe de rock venenoso”. “Hubo muy pocas improvisaciones en el estudio”, continúa Phil, “todas las canciones habían sido tocadas antes en conciertos y además estaban muy bien ensayadas. Intenté captar la energía y magia de los conciertos y reproducirla en las grabaciones por lo que les dije que deberían tocar en el estudio como si fuera un concierto de verdad”.
A lo largo del minutaje, la hercúlea base rítmica de Joaquín Cardiel y Pedro Andreu crea un sólido cimiento para que Valdivia y Bunbury den lo mejor de sí, consiguiendo entre los cuatro momentos de asombrosa simbiosis. “Tenían una química maravillosa entre ellos”, recuerda Manzanera: “Les decía: ‘Da igual si se reduce la velocidad de la canción o si se acelera, siempre que lo hagáis todos sincronizados’. Ése fue el secreto de su sonido y del disco, algo casi místico pero intuitivo conseguido por cuatro personalidades distintas. Captó un momento determinado, cuando más conectados estaban. Sabía que el grupo tenía magia pero también que la llegada del éxito afectaría a esa magia debido a las presiones”.

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Héroes del silencio (de izquierda a derecha, Pedro Andreu, Juan Valdivia, Joaquín Cardiel y Enrique Bunbury) trataron de enmendar, con el sonido y la imagen de Senderos de traición, la idea errónea que se tenía de ellos desde El mar no cesa.
Phil tenía un plan claro: “Quería enfocar la voz potente y original de Enrique, así como también el lado lírico del estilo tradicional de tocar de Juan, poniendo énfasis en su potencia. Todo para rematar con un enfoque sencillo y eficaz respecto al bajo y la batería. Sabía que había potencial para crear un sonido único. Resumiendo, ‘menos es más’ era mi plan para conseguir ese sonido tremendo y fuerte”. En el caso de Enrique, el cantante mostró su nueva voz, mucho más madura, comenzando a forjar un estilo lleno de fuerza y gravedad pero también de sensibilidad y dramatismo, una combinación que unida a su magnética personalidad sobre el escenario haría de él el mejor líder de banda del rock español hasta nuestros días. Bunbury, en realidad, sólo pensaba en cumplir con su labor lo mejor posible: “No era consciente de nada, de verdad”. Y añade: “Quería hacer un buen trabajo, nada más. En el disco anterior mi voz todavía adolece de la inexperta juventud. Tenía 18 años cuando grabé las canciones del primer EP y 19 cuando grabé el primer álbum. Los dos años de gira me dieron fortaleza y cuerpo en la voz. Siempre quise tener la voz de Leonard Cohen y me fastidiaba enormemente tener un registro tan agudo. Aún hoy, me parece que no tengo los graves suficientes para cantar con la profundidad que deseo”. Valdivia sólo tiene buenas palabras para Bunbury: “Me gusta la voz, lo dio todo”. “Yo creo que Enrique tenía mucho que decir y eso se nota en el disco”, explica Andreu: “Además, el directo de Héroes y el de Enrique en particular crecían según pasaba el tiempo. Él era un animal de escenario, eso es indudable, y lo sigue siendo. Así que cuando grabamos Senderos de traición estaba en un gran momento. Había coraje, personalidad, y estábamos todos cabreados con el mundo que veíamos alrededor. La fama cambia tu mundo y muchas actitudes cambiaron. Había que decirlo y salir adelante”.
Ordenar Senderos de traición fue también necesario, así lo recuerda Manzanera: “Desde el principio estuvimos todos de acuerdo en que Entre dos tierras sería la primera canción del disco, pero jugueteamos con las demás, grabando varias casetes con órdenes diferentes, dando finalmente con el orden perfecto. Además, este disco fue hecho pensando en vinilo, por lo que no podía durar más de 40 minutos, con 20 minutos cada lado para conseguir el volumen máximo”.

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Enrique Bunbury en plena actuación.


En las canciones, la influencia española y mediterránea se dejaba escuchar, especialmente en Despertar, en la cual Bunbury marcaba la denominación de origen del grupo cantando casi como un crooner folclórico: “No me lo había dicho nadie nunca. Me alegro de que lo veas tan claro… Es posible. Es cierto que siempre intenté que mis melodías tuvieran un punto de crooner mediterráneo que me encantaba en muchas de las canciones de David Bowie. Ya sabes que él es una obsesión constante en mi carrera. Leía entrevistas suyas en las que hablaba de su gusto por los cantantes italianos y por Jacques Brel. Eso me hizo mirar, escuchar y estudiar con atención a Celentano, Fabrizio de André, Lucio Battisti, Francesco de Gregori, Jacques Brel, Aznavour, Chevalier, Montand…”.
Como autor de las letras, Enrique recuerda que “para el disco quería que las canciones tuvieran al menos dos posibles significados claros y válidos, y que ambos me complacieran. Es cierto que posiblemente junto con Avalancha son los dos discos de Héroes del Silencio que mejor han aguantado el paso del tiempo”. “Los textos siempre los escribí yo, creo que por una exagerada voluntad literaria”, prosigue: “Quizá no fui justo y no dejé mucho hueco a los demás para que aportaran ideas o versos”. A la hora de citar influencias, el cantante no duda en nombrar un elenco variado: “Leonard Cohen, la Biblia, Cioran, Nietzsche, Sartre… Ya sabes, los grandes humoristas de la historia”.
Cada uno de los cuatro miembros de la banda dejó su impronta en el disco. Hay algo de la personalidad de cada en uno en todas las canciones que le dieron forma. “Juan es un guitarrista único”, comenta Bunbury respecto a la labor de Valdivia: “Su manera de trabajar los arpegios, su sonido, su manera de entender la guitarra… No hay nadie como él. Eso es así. Para mí el trabajo que realizó en Senderos de traición es magnífico, impecable. En el rock en español no hay demasiados guitarristas que sean tan identificables en los primeros compases de una canción, antes de que el vocalista haya abierto la boca”. “He tratado de tocar todo lo que cada guitarrista que me ha gustado pudiera tocar, hasta donde he podido y en su estilo. En ese sentido estuve muy entretenido con guitarristas distintos y de estilos diferentes”, comenta el guitarrista respecto a sus influencias durante la grabación del disco. Andreu también aporta su visión del estilo de Valdivia: “Phil Manzanera ha comentado alguna vez que la forma de tocar y de componer de Juan son únicas. Incluso confiesa que es realmente complicado tocar la guitarra como lo hace Juan Valdivia. Cualquiera que toque la guitarra lo puede comprobar. Los cambios y giros que Juan hacía suyos eran a base de mucho trabajo y muchísima autoexigencia. Para mi gusto, tiene un sonido propio y eso era un valor añadido a que luego hubiera éxito o no”
Cada canción de Senderos de traición se reconoce desde el primer segundo sin lugar a equívocos. El cemento de la edificación sonora lo ponían, evidentemente, Cardiel y Andreu. Respecto al primero, Enrique recuerda que “sus bajos eran complicadísimos, creaba un entramado melódico y armónico”, algo en lo que Valdivia coincide: “Joaquín aportaba una base armónica rica y poderosa”. Para el batería, Cardiel “es un bajista muy completo. Aporta un sonido muy particular además de ser rítmico, muy armónico y saber combinarse especialmente bien con las guitarras. Siempre encuentra una nota perfecta por su manera de entender la música”.
En lo referente a Pedro Andreu y a sus influencias, Enrique se pronuncia: “Creo que Larry Mullen fue una inspiración importante para Pedro en esos tiempos, aunque su primera y gran influencia a la hora de tocar la batería fue Ringo Starr. Creo que los tres tienen en común su respeto y humildad a la hora de tocar. Respeto por la canción. Pedro siempre estuvo al servicio de la canción, potenciándola o dejándola respirar”. “Como escuchaba muchísima música tenía bastantes cosas en la cabeza”, comenta el batería. “Me gustaba mucho Solrac, de Radio Futura, Edi Caligari y Jordi de Loquillo y los Trogloditas; también Mullen, los baterías de The Cure, Simple Minds, The Beatles, The Mission, The Alarm…”.
En días de lujosas reediciones repletas de material extra sería fácil pensar en una futura edición de lujo de Senderos de traición, pero si ésta llega a editarse no contendrá nada nuevo. Y es que las canciones que hicieron el disco fueron las únicas que el grupo trabajó. “Héroes del Silencio siempre fue un grupo muy exigente con el material que llegaba al estudio y si nos parecía que no valía la pena, no llegaba ni a las maquetas previas”, comenta Enrique, para añadir que “la gira constante en la que vivió la banda nos hizo ser siempre poco prolíficos”. “No teníamos mucho tiempo a causa de las limitaciones del presupuesto, así que sólo fueron esas once canciones”, apostilla Manzanera. Pese a ello, sí se grabaron unas versiones en inglés de Entre dos tierras y Maldito duende que jamás vieron la luz y que posiblemente jamás la verán: “Esas versiones se grabaron bastante más tarde, durante las giras, una vez que ya habíamos entrado en Europa y que había cierta repercusión”, dice Pedro.


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Juan Valdivia, guitarrista de Héroes de Silencio, sobre el escenario.


Mientras el trabajo en estudio crecía, el arte del disco hacía lo propio paralelamente, y es que Héroes del Silencio jamás descuidaron ni imagen ni concepto. “Es cierto que considerábamos importante ofrecer tanto en los conciertos, como en las sesiones fotográficas y los video una imagen que se correspondiera con lo que nuestras canciones querían transmitir”, dice Bunbury. El encargado de captar las imágenes para el disco fue el fotógrafo Javier Clos, quien les conocía desde sus inicios: “Yo aprovechaba los parones de gira, los altos de dos o tres días en que venían a casa. Hicimos una primera toma de contacto que sirvió para saber que queríamos hacer. Siguieron de gira y para la siguiente vez fui con Enrique a un lugar que había pensado: Alfajarín, mi pueblo. En septiembre hicimos la sesión completa durante toda una tarde”.
Bunbury recuerda que la banda trabajaba “con los que eran, en esos momentos, los mejores fotógrafos de rock del país: Alberto García-Alix, Javier Salas, Javier Clos… Para nosotros había una gran diferencia entre lo que era la actitud de las bandas de pop y las de rock, y había fotógrafos que con su trabajo se inclinaban a un lado u otro. También nos parecía muy importante que la personalidad de cada uno de nosotros quedara clara y evidente y, desde el principio, el público que nos seguía fue muy consciente de la importancia y singularidad de cada uno de nosotros”. La búsqueda de esa imagen rockera resultó de lo más lógico para Javier: “Yo los veía como un grupo de rock. Los veías en directo y te quedabas a cuadros, eran una banda de rock and roll”. El resultado final no fue revelado hasta que Clos consideró que había finalizado su trabajo: “Nadie vio nada hasta que vine a Madrid, a los estudios Kirios, donde le enseñé las fotos al diseñador Pedro Delgado, que creo que era Jefe de Diseño de EMI. Se quedó gratamente sorprendido”. La carpeta interior del disco mostraba la complicidad entre la cámara y la banda, con fotografías que Clos había tomado durante un concierto de la gira de El mar no cesa combinadas con otras lanzadas en los estudios Kirios y otras en la misma casa del fotógrafo, donde la banda y él habían pasado muy buenos momentos escuchando música en la más completa intimidad.
Una vez finalizadas las sesiones, Manzanera fue el encargado de transportar las cintas con las canciones hasta los estudios de Londres donde el disco se mezclaría, pero el productor no abandonaría España sin un encuentro con las fuerzas del orden: “Cuando acabamos de grabar me fui al aeropuerto con las cintas de 24 pistas. Al llegar allí las llevaba en mi equipaje de mano porque, claro, ¡eran cargamento valioso! Sin embargo, me acordé de que alguien me había dicho que el escáner del control podía borrar o estropear las cintas, así que se lo dije al hombre de seguridad mientras rechazaba que las pasaran por la máquina. El de seguridad llamó a la Guardia Civil, un agente me apuntó con un fusil mientras me decía: ‘Pon esas putas cintas dentro del escáner’. ¡Huelga decir que lo hice enseguida! ¡Quizá fue el ingrediente final que lo hizo sonar tan fantástico!”.

Carlos Sanmartín, entonces director de Márketing en EMI, recuerda que “después de escuchar el disco en la compañía, por los departamentos de Promoción y Ventas, teníamos claro que sería un éxito, cosa que también se confirmó por el entusiasmo mostrado al escucharlo por parte de nombres influyentes de los medios de comunicación, capitaneados por el inigualable Joaquín Luqui. Lo que sí realmente no esperábamos fue el éxito en el extranjero, pensábamos en Latinoamérica pero no en Europa”.

El lanzamiento de Senderos de traición fue un éxito a nivel comercial, vendiendo más de un millón de ejemplares entre España y otros países extranjeros como Alemania y Francia. “Donde primero triunfaron fue en Alemania y fue allí donde más lo hicieron”, continúa Sanmartín: “Después se añadieron países bajo la influencia alemana como Suiza y Austria y más tarde Italia (también francamente bien) y después Francia. Donde nunca pasó nada fue en el Reino Unido”. Respecto al éxito, Joaquín Cardiel recuerda que “no lo sentimos instantáneo. No parábamos de tocar, en el local o en un escenario. Pero sí nos dimos cuenta de su progresión”. Y es que la banda tenía claro que la gloria creativa era mucho más importante que la económica, como expresa Pedro: “Para mí, el éxito era lo que vivíamos en nuestros conciertos, por encima de las ventas y los números. Teníamos mucho trabajo, muchos seguidores acérrimos, muchos conciertos por delante y yo estaba encantado de vivir en la carretera, no entendía otra forma de hacerlo”.

El grupo comenzó una larga gira de apoyo al disco que les llevó de España a Europa y también a México. Mientras, la compañía alargaba la vida de Senderos de traición lanzando múltiples singles con sus correspondientes vídeos, donde la banda podía explotar su carismática imagen, tan inédita en nuestro país como clásica en el extranjero. No había distancia entre el concepto de la banda y la de los nombres de la mitología rockera, algo que desde EMI se comprendía, según recuerda Sanmartín: “Dada la fuerte personalidad del grupo encima del escenario, para nosotros era muy importante unificar la fuerte campaña promocional en radio y prensa (siempre pensamos que la televisión no era un medio muy adecuado para ellos) con amplias giras de actuaciones por todo el país. De hecho, uno de los primeros pasos que dimos al poco tiempo de contratarlos, fue hacer una serie de conciertos exclusivos para los medios de comunicación”.

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El batería del grupo, Pedro Andreu, mirando a cámara desde el camerino.


La banda vivió nuevos niveles de éxito y popularidad aunque, como el periodista Matías Uribe comenta, “fue la gente la que cambió al verlos triunfantes, pero ellos, al menos por lo que yo percibí, seguían siendo los mismos cuatro chavales que unos años atrás estaban locos por hacer discos. Eso sí, empezaron los malos vicios, los malos rollos y unas presiones para tocar aquí y allá que empezaron a pesarles mucho. Enrique estaba tan cansado que incluso me dijo que iba a abandonar la música en breve”. Manzanera, a estas alturas ya no sólo productor sino prácticamente mentor del grupo, recuerda lo feliz que le hizo el éxito del disco a nivel internacional: “La mayoría de los países europeos habían estado escuchando rock en un idioma extranjero durante años así que, ¿por qué no en español? ”.
Las cifras de ventas se volvieron estratosféricas, como Sanmartín apunta: “En España, a los ocho meses de su lanzamiento, llevábamos 400.000 discos vendidos y supongo que a día de hoy estará cerca del millón de unidades. En Europa, al cabo del año (el disco se lanzó más tarde) se habían vendido 300.000 ejemplares. Después, con las giras que realizaron por esos países, las cifras fueron subiendo”.
Sin embargo, la recepción crítica del disco no fue especialmente justa. Andreu recuerda: “Como casi siempre, la crítica especializada española nos trató de niñatos (nosotros a ellos también les dimos la guerra que merecían), pero a la gente le gustaba lo que oía y nosotros no éramos una banda al uso, teníamos algo que decir. Además, recibir la atención y el apoyo del público y la prensa en Europa nos aportó mucha fuerza para seguir adelante y nos hizo tomarnos la cosa con más intensidad todavía”.
A día de hoy, no cabe duda de que se trata de un clásico del rock español. Para Joaquín Cardiel, los años no pasan por el disco, mientras que Enrique siente “una sensación plácida con respecto al disco. Creo que hicimos un buen trabajo y que gran parte de lo que es y consiguió Héroes del Silencio se debe en gran medida a los logros de este álbum”. Juan Valdivia no duda en destacar el hecho de “haber conocido al magnífico Phil Manzanera”, así como “el buen rollo que había entre nosotros. Por eso siempre será un buen recuerdo”. Por su parte, Pedro Andreu lo señala como “una colección de canciones muy directas, brillantes, originales y con una energía muy especial. Puro Héroes. Lo considero un gran disco y sé que hay mucha gente para la que es una referencia vital”. Parece que la melancolía del disco gana peso año tras año, que su mensaje se refuerza según transcurre el tiempo. No sólo sigue sonando fresco, sino que la orgullosa estampa de la banda en la portada se muestra más genuina que nunca y con mayor razón.

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